¿De verdad los tiempos cambian que es una barbaridad?
Los años pasan y los tiempos y la costumbre social cambia una “barbaridad”, que diría la canción. Pero realmente todo ha cambiado, nada es como era y nuestro sentimiento y nuestra forma de expresión de Fe también; parece que se acomoda a los años y avanza a veces más ligero que el propio avance de todo el entramado de la Iglesia entendida como ente. A veces parece que hay un acierta descompensación entre lo que sentimos y lo que podemos hacer por ser parte viva de nuestra Comunidad Eclesial.
Hemos hecho una encuesta para ver la evolución de los cristianos de a pie, de los más cercanos, de aquellos que se sienten o se han sentido comprometidos y de cómo actúan en la actualidad. Hemos tenido el comentario de una persona de 84 años hasta el más joven de 32. En todos hay unos puntos de inflexión y en lo que están de acuerdo, sí, a pesar de la diferencia de años y de haber vivido en épocas y circunstancias completamente diferentes. Pero en resumidas cuentas todos siguen una misma pauta y al final el resultado es definirse como cristianos comprometidos, con Fe suficiente para vivir la vida dentro de la Iglesia y transmitirlo a todos los que están a su alrededor. Vamos a ver las diferentes contestaciones a las mismas cuestiones que se plantean a cada uno de nuestros hermanos invitados a participar con sus sentimientos de forma personal e íntima.
Empezaremos por la persona más mayor, Antonia, 84 años, cristiana católica y apostólica, presume de ser creyente, y de ver realizados en su vida lo que ella llama “milagritos de diario” que no son más que la forma que tiene de dar gracias a Dios por cada una de las cosas buenas que en su vida han pasado. Le preguntamos como era su vida como creyente, en su juventud. Nos cuenta que con 20 años iba a misa por la mañana todos los días, pertenecía a Acción Católica, que era la única forma de trabajar y hacer algo por los más desfavorecidos; también pertenecía a la Cofradía del Corazón de Jesús y era catequista. En Acción Católica se daban charlas, se recogía cosas para los pobres y se repartían después, iban a las casas a pedir ayudas, y colaboraban en la parroquia cuando se organiza actividades. El Corazón de Jesús era una cofradía que se organizó en su colegio, donde estudió, que era de monjas. Hacia las actividades propias de la cofradía y salían en procesión. Daba catequesis a los niños de comunión: les enseñaba a rezar, la biblia, los mandamientos y la persona de Jesús. En algunos casos incluso tenían que enseñarles a leer y escribir.
Por supuesto su familia era católica creyente y su madre iba a misa todos los días, incluso en la época de la guerra, lo que les ocasionaba grandes problemas ya que ellos vivían en una zona en la que ser católico estaba muy mal visto. Su padre iba a misa los domingos. Dice que la educación que le dieron fue principal motor para su desarrollo personal en la Fe y su implicación en la iglesia. De igual manera durante toda su vida lo ha vivido con su familia, con su marido y sus hijos y ha educado y enseñado a los suyos todo lo que para ella ha sido fundamental para entender la Palabra de Dios.
Hoy las cosas han cambiado un poco al menos en la implicación personal, siendo tan mayor no puede ir a misa todos los días pero la ve en la tv y participa siempre que puede en su parroquia. Y comenta como han cambiado las cosas, desde su época pasando por la juventud de sus hijos y la juventud de sus nietos. Según su opinión ahora ve que hay mucha libertad, porque la gente dice que no cree en Dios y hacen lo que quieren y no tiene sentido. Las personas se alejan de la iglesia porque dicen que no creen en Dios, pero ella opina que lo que sucede es que no quieren entender que hay cosas que están por encima del egoísmo de querer sólo hacer el beneficio propio. También hay gente que cree en Dios pero no va a misa porque no les apetece porque no encuentran nada. Los jóvenes de ahora son absolutamente diferentes a los de su tiempo, tienen otra vida otra mentalidad, ha cambiado todo. A su opinión hay poca juventud que se compromete y que forma parte de la Iglesia.
Ahora encontramos el testimonio de otra mujer, de 67 años, que nos da otra visión diferente. Se trata de Mara, casada madre y abuela, jubilada de su trabajo como administrativa y aun trabajando como ama de casa. A la pregunta de cómo era su juventud veinteañera nos cuenta que se educó en un colegio de monjas, del que tiene muy buenos recuerdos. Empezó a trabajar como administrativa en un banco y por esa época de los 20 conoció al que luego sería su marido y llevan ya más de 50 años juntos. Cuando era niña participaba en el coro de su parroquia, después estuvo en el grupo de liturgia, participaba en las charlas y conferencias para jóvenes que se impartían y junto con sus amigas hacían canastillas y arreglos para luego llevarlos a las familias pobres. A ella la formación le llegó desde su infancia a través de su tía que hizo de madre, ya que ésta murió muy pronto, sus hermanas mayores también influyeron en su desarrollo cristiano y le ayudaron en el aprendizaje y la implicación personal en todos los aspectos de la Iglesia.
Siendo más mayor y con el paso del tiempo y la evolución social, se plantea y replantea su fe y su compromiso, busca estudiar y entender el porqué de situaciones y de actos que la Iglesia desarrolla y que no son especialmente sinceros y gratificantes para sus convicciones. Por supuesto su creencia y su compromiso los lleva muy adentro y es consciente de que ese mismo compromiso es el que le hace tener esa serie de inquietudes. Su marido siempre ha estado a su lado en esto, bueno incluso dice que ha sido más beato que ella, y creen que han sabido formar parte de una Iglesia en marcha que se ha movido y que en su medida ha evolucionado dentro de lo que se ha podido.
Se siente orgullosa de haber criado en la fe y el compromiso a sus hijos aunque la forma de manifestarlo no sea la misma, cree también que la obligación del cristiano es la de formar hombres y mujeres honrados, comprometidos con los demás y sobre todo felices y en esa felicidad, libres. También quiere apuntar que con el paso del tiempo se ha vuelto más crítica, pero sobre todo con algunas personas, entiende que todos somos humanos y que como tal a veces no se hagan las cosas de otra forma, se refiere precisamente a actitudes de algunos sacerdotes que le parecen desfasadas y fuera de lugar en los tiempos que corren, pero también dice que cada vez que ha tenido alguna observación que hacer, lo ha comentado en confesión y ha encontrado respuesta, por otra parte no le gusta cómo se divide la Iglesia en diferentes acepciones o formas (neocatecumenales, Opus Dei, etc.). Se manifiesta como cumplidora de los Mandamientos y cree que ahí radica el poder seguir los pasos de Jesús, entiende que en ello está la felicidad y la respuesta.
Ahora nos encontramos con Juan, 50 años, casado, con familia numerosa y con un sentido más crítico a todo lo que le rodea, con interrogantes y con madurez nos cuenta que en su época joven más bien pasaba de ir a misa, solo asistía a bodas bautizos y comuniones, no ha estado implicado en la iglesia.
“Yo trabajaba fuera de Murcia y donde estaba no me ubiqué en ninguna actividad parroquial. Pero por supuesto me considero cristiano católico y tengo fe, lo que sucede es que choco frontalmente con lo que percibo de la iglesia, eso no me quita ni la ilusión ni las ganas de hacer de todo esto algo más humano más cotidiano y más de cristiano de “andar por casa”. El entorno familiar es importante en la adquisición y mantenimiento de la fe, sobre todo inculcado por mi madre, ella es la que le da más peso a la religión y la que nos lleva a misa y se ocupa de la educación en la fe, mi padre pasaba bastante de esto. No es determinante de todas formas, evidentemente es importante lo que percibes de tus mayores y de cómo viven ellos la religiosidad pero creo que he avanzado en la fe por mi propia cuenta. He buscado respuestas a mis interrogantes y estas estaban dentro del propio compromiso del cristiano, y me ha gustado. Por supuesto que he cambiado mucho en mi percepción de la Fe y de la Iglesia, por la experiencia propia y mi creencia, sin cerrar la puerta a la iglesia, pero según yo voy madurando y evolucionando en mi vida convirtiéndome en adulto, veo más claro el significado del compromiso con mi fe, entiendo de qué forma se puede formar parte activa de esa misma iglesia que no terminaba de llenarme y entiendo que con mi trabajo y mi apoyo e implicación puede que consiga si no cambiar al menos entender parte de esas cosas que yo en mi juventud no entendía y me alejaban de este compromiso que ahora tengo.”
Por último el testimonio del más joven de nuestros encuestados, David, 32 años, casado, padre reciente y con un trabajo que dura casi todas las horas del día. Quizá es el más crítico de todos, se considera cristiano, convencido y asegura tener Fe, pero nos dice que actualmente no le atrae nada el acudir a la Iglesia de forma cotidiana porque no encuentra motivos.
“Cuando era joven a veces me sentía como un corderillo que seguía un camino sin saber nada y sin sentir. Ahora las cosas por supuesto han cambiado y si me planteo estas cuestiones es solo porque me importan y porque entiendo que es mi forma de implicarme en lo que creo que es en Dios, y que quiero transmitírselo a mi hija, igual que mis padres hicieron conmigo, creo que he sido educado en la fe y que me siento cristiano y me siento bien y es algo importante en mi vida, y quiero que en la educación que yo le vaya dando a mi hija sea de igual manera, que crea en Dios, en un Dios bondadoso, justo y para todos igual. Con el paso del tiempo he aprendido a adaptarme mejor a lo que quiero a lo que siento y a cómo hacerlo, a calibrar bien el tiempo del que se dispone que no es mucho y a tratar de mantener la fe, a pesar de los interrogantes que con el paso de los años y el camino a la madurez, se van produciendo.”
Después de leer cada una de estas aportaciones, dejo a opinión del lector para que saque sus propias conclusiones. Pero si se me permite una aportación personal, creo, como dije al principio, que a todos de una forma u otra nos llega el saber y sentirnos cristianos, creer firmemente que estamos ante lo mejor que podemos vivir y por eso principalmente lo transmitimos a los nuestros como un legado maravilloso que nos hace crecer en la ilusión en la esperanza y en el amor pleno, en el mejor ejemplo que podemos dar que no es más que el resumen de nuestra fe, amar al prójimo como a ti mismo y a Dios por encima de todas las cosas porque es la mejor forma de ser feliz y de procurar un mundo mejor. Da igual que tardemos más o menos, lo importante es ser semilla que da fruto.
Luisa Rodriguez Teso