Carta a los jóvenes

Creo que todos nos hemos preguntado alguna vez sobre las ultimidades de la vida (el sentido o razón ser de nuestra existencia). Conforme he ido cumpliendo años, estas últimas preguntas han llegado a ser compañeras inseparables. Cumplidos los sesenta años deseo contaros mi Fe Católica.

Mi fe comenzó desde muy niño, aprendiendo en la escuela la Historia Sagrada, en los salones de la parroquia, el Evangelio del día, media hora antes de que comenzara la misa, en la Catequesis, con la memorización básica del Catecismo y desde luego con la práctica del comportamiento cristiano en mi familia.

Llegué a estar convencido de forma natural de que la forma de vida cristiana que veía en mi familia era una buena forma para vivir y desde luego era mucho mejor que el tipo de vida que llevaban otras personas que estaban apartadas de las reglas morales del Evangelio.

Con esto quiero deciros que la fe religiosa comienza siendo fe humana O sea, no nos llega de forma espontánea sino a través de la enseñanza. La tarea fundamental del cristiano es dar cumplimiento al mandato divino: Id y enseñad el Evangelio (Mateo 28, 19 y 20 así como en Marcos 13,10).

Debemos pues, anunciar el Evangelio tanto a aquellos que no lo conocen, como a los que han visto debilitada su Fe. Sin ésta fe aprendida no es posible alcanzar la virtud teologal de la Fe. De ahí la importante y sagrada función docente de la Iglesia y de todos los cristianos. Y es que la fe que aprendí en mi infancia no era un mero deísmo, La Fe Católica requiere motivos de credibilidad. Aprendí que las fuentes de nuestra Fe son: la Revelación directa y la Tradición como fuente complementaria.

Con estas premisas os estoy asegurando que los cristianos católicos, somos los depositarios del Evangelio que, predicado por boca de Nuestro Señor, fue recibido por los primeros Discípulos, y que ha sido conservado de forma íntegra y fiel por la Tradición cristiana, custodiada por la Iglesia Católica.

Por eso debo preveniros de que si aceptamos romper ese hilo conductor de la continuidad e integridad de la Fe de Jesucristo que es la Tradición de los Santos Padres que nos precedieron, con el argumento de que para que el mundo moderno nos entienda hay que adaptar a la Iglesia a sus postulados, la consecuencia inexorable es la pérdida de la Fe.

Os estoy diciendo que la Fe Católica es racional. O sea, puede demostrarse, no es una mera experiencia religiosa. ¿Qué ganamos si seguimos el modo de vida cristiano?. Sin duda, ganamos el vivir de forma grata en familia y educar a los hijos en los sanos principios.

La continuidad de la forma de vivir conforme al Evangelio, acaba convirtiéndose en hábito y ya la Fe deja de ser fe aprendida, para convertirse en Virtud. Esta acepción de la Fe como confianza en Jesucristo, es la que vemos en nuestros abuelos quienes a pesar de todas las contradicciones que padece la Iglesia moderna, son sus más fieles practicantes. Si les preguntáis, os dirán sin dudar, que la vida cristiana que han llevado ha sido tan gratificante, que si volvieran a nacer volverían a vivir como cristianos de la misma forma.

Por último, tengo que deciros que el Catecismo nos enseña que la Fe es además, una Virtud Teologal, es decir, proviene de Dios. Si bien la Fe, en sus dos anteriores acepciones es obra de la voluntad humana, la tercera, no la podemos ganar por nuestros propios méritos. Solo podemos confiar con esperanza en que la Omnipotencia de Dios nos otorgará sin duda, la Gracia inmerecida de la Fe Teologal.

No sé si estas cosas os las explican ahora. Espero que estos conceptos básicos que aprendí en mi infancia, os sirvan también a vosotros en vuestro personal camino de Fe.

José Miñarro García